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El arte de no reaccionar



La comunicación siempre ha sido un tema complicado. Aunque buscamos formas más suaves de decir las cosas para evitar conflictos, el impacto emocional sigue siendo incierto. Sin embargo, si mantenemos nuestro equilibrio interno, tanto al dar como al recibir una noticia, podemos enfrentarla con mayor neutralidad y balance.


Hace un par de meses, tuve que dar una noticia difícil. Un proyecto en el que habíamos trabajado con mucho esfuerzo simplemente dejó de funcionar, y llegó el momento de terminarlo. Intenté comunicarlo de la mejor forma posible, buscando no herir a la otra persona. Pero la realidad es que un rechazo no puede evitarse ni maquillarse. El golpe es el mismo, y para la otra persona fue un impacto enorme. Creo que, sin importar cómo lo hubiera dicho, el rechazo dolía igual, sobre todo cuando no hay un balance interno que lo suavice.


Cuando lo comuniqué, la otra persona explotó. La situación se volvió violenta, con insultos y gritos. Me sorprendió la intensidad de la respuesta, pero también me sorprendió mi propia reacción. Simplemente escuché. A pesar de las expresiones violentas, no me lo tomé de manera personal. No respondí con gritos ni entré en la misma dinámica de agresividad. Algo dentro de mí comprendía por qué esa persona reaccionaba así, y por esa razón, contuve mis emociones. Escuché, dejé que se desahogara, y aunque expresé mis puntos de vista, lo hice desde un lugar de tranquilidad y serenidad.


Antes, hubiera sido diferente. Habría respondido al primer grito, aumentando el tono y entrando en un círculo de agresión que solo hubiera escalado. Mi cuerpo y mi mente se habrían llenado de ansiedad y frustración, hasta el punto de decir cosas para herir sin pensar. Sin embargo, hoy soy capaz de actuar desde la conciencia y el amor, no desde el enojo.



Hoy, 7 de octubre de 2024, cumplo un año de haber vuelto del Centro de Isha Yoga en Coimbatore y de haber integrado más profundamente mis prácticas de Yoga. Apenas empiezo a procesar todo lo que aprendí, y me doy cuenta de cómo este viaje ha influido en mi vida diaria. Curiosamente, llegué al ashram en primavera y regresé a México en otoño, una coincidencia simbólica con el ciclo de la siembra y la cosecha. He sembrado las prácticas de Yoga en mi vida, y al ver las pequeñas cosechas reflejadas en mi balance y en cómo fluye mi vida, me siento lleno de gratitud.


Así es como veo el proyecto en el que trabajamos durante cuatro años. Lo sembramos, lo cultivamos y finalmente llegó a su fin. En lugar de sentirme frustrado o derrotado, lo veo como una gran experiencia y una lección invaluable. También me doy cuenta de cómo las personas que no utilizan herramientas como la Meditación y el Yoga, muchas veces pierden el control y sienten que sus decisiones van en contra de la corriente de la vida. Por mi parte, siento una gratitud inmensa por haber recibido estas herramientas que, sin duda, me han liberado.




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